La compasion por nuestra gente
Compasión
Retomamos hoy nuestra aventura de caminar con Jesús. El relato del evangelio resume así su actividad en este tiempo: «Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Al ver las multitudes tuvocompasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor».
Quizás usted me señale que todos los días millones de personas se mueven por las calles de nuestras ciudades sin percibir la necesidad de los que están a su alrededor.
No cabe duda de que su observación es acertada. El transitar por los mismos lugares que el pueblo es solamente el primer requisito para cultivar esa vocación pastoral, pero no es, de ninguna manera, la única. En nuestro andar por los lugares públicos de la ciudad necesitaremos que Dios abra nuestros ojos y toque nuestros corazones para ver la verdadera condición de los que nos rodean. No obstante, cabe señalar que el Señor pretendía que todos aquellos que ocupaban un lugar de autoridad en el pueblo poseyeran esta sensibilidad. Aunque suena extraño a nuestros oídos modernos, en el Antiguo Testamento se usa el término «pastores» para referirse a los gobernantes, porque se esperaba de ellos que cuidaran al pueblo buscando satisfacer necesidades. Precisamente por esta razón encontramos, en el capitulo 34 de Ezequiel, una durísima reprensión contra los gobernantes porque no habían cumplido con su labor pastoral hacia el pueblo.
Cuando Cristo miraba a las multitudes, las veía con esta perspectiva: no como un conjunto de individuos donde cada uno tenía que cuidarse a sí mismo, sino como un grupo de personas que habían sido abandonadas por aquellos que debían velar por sus necesidades. Note usted que esta realidad no lo condujo a denunciar a los «políticos», como tanto se acostumbra en nuestro entorno. Jesús, más bien, fue movido a compasión por ellos. El hecho es que las denuncias rara vez producen cambios en la vida de las personas. En la mayoría de los casos simplemente añade amargura a los corazones. Lo que sí podemos hacer es comenzar a preguntarnos qué acciones podemos emprender para alivianar la carga de la gente. Precisamente el compromiso con buscar corregir la situación llevó a Cristo a proveer soluciones reales, «enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo».