El poder de la Oracion
La oracion a Dios tiene un efecto muy poderoso. Cuando clamamos a Dios provocamos que su poder fluya atravez de nuestras vidas.
Las oraciones de los santos y/o la iglesia es como perfume muy costoso para Dios. A Dios la agrada mucho la fragancia de la humillacion de su pueblo, El dice; "si mi pueblo en el cual es invocado mi nombre Orare y se tornara de sus malos camino el oiria la oracion de su pueblo y los bendecira y los sanara de toda dolencia. Mas deramara bendiciones de los cielos hasta que sobreabunde".
El sanara tu tierra y todo lo que tu posees. Dios nos promete que nos mostrara cosas muy grandes que estan muy escondidas en el mismo. La oracion rompe el yugo y quebranta los poderes de las tineblas. Cuando el enemigo se percata de la oracion no puede resistir quedarse y se tiene que ir fuera.
El que es del diablo no le gusta orar, Ni tampoco puede orar. Entre menos ores menos poder tienes para vencer en el dia malo.
Si alguno entre vosotros esta enfermo la oracion del justo puede mucho, Dios nos escucha y a su tiempo contesta nuestras oraciones. Todo es mejor en el tiempo de Dios.==-
El PROPOSITO DE DIOS
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EL PRINCIPAL PROPÓSITO DE DIOS
A TRAVÉS DE LA HISTORIA
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“Y HARÉ NOTORIO MI SANTO NOMBRE en medio de mi
pueblo Israel, y nunca más dejaré profanar mi santo
nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová,
el Santo en Israel (Ezequiel 39:7).
El gran propósito de Dios es darse a conocer. Este es el gran énfasis de la Biblia. El programa de Dios para las misiones se centra en Sí Mismo. El gran objetivo de Dios es glorificarse a Sí Mismo y darse a conocer a todos los hombres: “Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios” (2 Reyes 19:19).
Ilustremos por medio de la historia el gran objetivo de Dios, de darse a conocer. Faraón cometió el gran error de decir: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz…? Yo no conozco a Jehová” (Éxodo 5:2). Dios se dio a conocer a este malvado rey:
“Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: se hará conforme a tu palabra,
para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios”
(Éxodo 8:10).
“Y aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo,
para que ninguna clase de moscas haya en ella, a fin de que sepas que
yo soy Jehová en medio de la tierra” (Éxodo 8:22).
“Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos
y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda
la tierra” (Éxodo 9:14).
“Y le respondió Moisés: Tan pronto como salga yo de la ciudad, extenderé
mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para
que sepas que de Jehová es la tierra” (Éxodo 9:29).
Dios no sólo se dio a conocer a Faraón, sino a todos los egipcios:
“Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda
mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio
de ellos” (Éxodo 7:5).
“Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré
glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios
que yo soy Jehová” (Éxodo 14:4).
“Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando me
glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo”
(Éxodo 14:18).
El Éxodo también fue el tiempo en que Dios se dio a conocer a Sí Mismo a Su pueblo de una manera muy especial:
“Y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis
que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las
pesadas tareas de Egipto” (Éxodo 6:7).
“Para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en
Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que
yo soy Jehová” (Éxodo 10:2).
“A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios,
y no hay otro fuera de él” (Deuteronomio 4:35).
Dios se dio a conocer aún a Su pueblo incrédulo y murmurador en el desierto:
“Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales,
diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os
saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios”
(Éxodo 16:12).
“Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos
no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha
envejecido sobre vuestro pie. No habéis comido pan, ni bebisteis
vino ni sidra; para que supierais que yo soy Jehová vuestro
Dios” (Deuteronomio 29:5-6).
Dios se dio a conocer incluso a un no israelita, Jetro, el sacerdote de Madián, el suegro
de Moisés:
“Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los
dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra
ellos” (Éxodo 18:11).
En el desierto, Dios habitó en medio de Su pueblo, dándose así a conocer de una manera especial:
“Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué
de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo
Jehová su Dios.” (Éxodo 29:46).
En nuestro estudio sobre el libro de Levítico hemos encontrado ciertas frases que se repiten en este libro. Una y otra vez hay un versículo que termina diciendo, “YO JEHOVÁ,” o “YO JEHOVÁ VUESTRO DIOS.” Dios recuerda una y otra vez a Su pueblo QUIÉN ES ÉL, el Santo de Israel, su Dios.
¿Cuál fue el gran pecado del hombre? ¿Qué fue lo que hundió a nuestra raza en el paganismo y en el politeísmo? Fue el terrible rechazo del conocimiento de Dios. Dios se dio a conocer al hombre y el hombre rechazó ese conocimiento y se volvió ciego:
“Pues HABIENDO CONOCIDO A DIOS, no le glorificaron
como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron
en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”
(Romanos 1:21).
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios
los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen” (Romanos 1:28).
Incluso Israel, el pueblo de Dios, rechazó el conocimiento de Dios que tenía:
“Oíd palabra de Jehová, hijos e Israel, porque Jehová contiende
con los moradores de la tierra; porque no hay verdad ni misericordia,
ni conocimiento de Dios en la tierra…. Mi pueblo fue destruido,
porque le faltó conocimiento. Por cuanto DESECHASTE EL
CONOCIMIENTO, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste
la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Oseas 4:1,6).
Josué entendió que el propósito de Dios era darse a conocer a Su pueblo y a todo el mundo:
“Y añadió Josué: En esto conoceréis que el Dios viviente está
en medio de vosotros, y que ÉL echará de delante de vosotros
al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al gergeseo, al amorreo
y al jebuseo” (Josué 3:10).
“Para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la
mano de Jehová es poderosa; para que temáis a Jehová
vuestro Dios todos los días” (Josué 4:24).
David, en su lucha con Goliat, sabía de qué se trataba todo el asunto. David vislumbraba cual era el propósito y objetivo dominante de Dios:
“Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré
la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo
y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios
en Israel” (1 Samuel 17:46).
Salomón, en la dedicación del templo, entendió el propósito y objetivo de Dios y que este propósito se extendía mucho más allá de Israel:
“Tu oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y harás conforme
a todo aquello por lo cual el extranjero hubiere clamado a ti, para
que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te
teman, como tu pueblo Israel, y entiendan que tu nombre es
invocado sobre esta casa que yo edifiqué….A fin de que todos
los pueblos de la tierra sepan que Jehová es Dios, y que
no hay otro” (1 Reyes 8:43; 8:60).
“Tu oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y harás
conforme a todas las cosas por las cuales hubiere clamado a ti el
extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan
tu nombre, y te teman así como tu pueblo Israel, y sepan que
tu nombre es invocado sobre esta casa que yo he edificado”
(2 Crónicas 6:33).
Elías, en su contienda con los profetas de Baal, quería que Dios se diese a conocer:
“Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el
profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac, y de
Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que
yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas
cosas. Respóndeme Jehová, respóndeme, para que conozca
este pueblo que tú, oh Jehová eres el Dios, y que tú vuelves
a ti el corazón de ellos” (1 Reyes 18:36-37).
El general gentil (sirio) Naamán vino para conocer al Dios de Israel:
“Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso
delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios
en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún
presente de tu siervo” (2 Reyes 5:15).
Dios permitió que el malvado rey Acab venciera en el campo de batalla, con el objeto de darse a conocer:
“Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel, y le habló diciendo:
Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de
los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta multitud
en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová” (1 Reyes
20:28; comparar con 20:13).
Cuando el rey Ezequías oró por liberación del invasor asirio, tenía en vista el principal propósito de Dios:
“Ahora pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que
todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú eres
Jehová” (Isaías 37:20).
Dios se dio a conocer aún al malvado rey Manasés:
“Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo
restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés
que Jehová era Dios” (2 Crónicas 33:13).
Nabucodonosor, el rey de Babilonia, era el poderoso dictador del Imperio Babilónico, uno de los más grandes reinos antiguos. El verdadero REY DE REYES se dio a conocer a este hombre de una manera especial:
“Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo
será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los
bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos
pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene
dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él
quiere” (Daniel 4:25).
“Y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será
tu habitación, y como los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán
sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene dominio en el
reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (Daniel 4:32).
“Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo
semejante a las bestias, y con los asnos monteses fue su morada.
Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con
el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene
dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al
que le place” (Daniel 5:21).
En el libro de Ezequiel vemos que este importante tema se repite una y otra vez. Nótense las veces que leemos frases como estas: “y sabrán que yo soy Jehová” “y sabréis que yo soy Jehová”; etc. En efecto, esta frase se encuentra más de 55 veces en el libro de Ezequiel (ver, por ejemplo, 6:7,10,13,14; 7:4, 27, 11:10,12; 12:15,16,20; etc.).
De acuerdo con Isaías, el profeta, el pueblo de Dios sabrá que ÉL es el Señor:
“Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel
día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente”
(Isaías 52:6).
En verdad, Isaías también nos dice que Dios se dará a conocer a naciones que no le conocían:
“He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te
conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del
Santo de Israel que te ha honrado” (Isaías 55:5).
En el milenio, Egipto conocerá al Señor:
“Y Jehová será conocido en Egipto, y los de Egipto conocerán
a Jehová en aquel día, y harán sacrificio y oblación; y harán votos
a Jehová, y los cumplirán” (Isaías 19:21).
Si, durante la edad del reino, el conocimiento del Señor será universal:
“No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra
será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas
cubren el mar” (Isaías 11:9).
“Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de
Jehová, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14).
En el reino, Israel conocerá al Señor como Salvador:
“Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34).
El pueblo de Dios, Israel, no necesita estar avergonzado. Ellos tienen un glorioso futuro:
“Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado” (Joel 2:27).
Aplicación Personal
¿Se está cumpliendo el propósito de Dios en tu vida? Considera con atención los siguientes pasajes:
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra” (Salmo 46:10).
“Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado” (Salmo 100:3).
“Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses” (Salmo 135:5).
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí” (Isaías 43:10).
“Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará” (Daniel 11:32).
“En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmo 9:10).
Nuestra responsabilidad como creyentes en Cristo involucra dos cosas:
1) HEMOS DE CONOCERLE
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
2) HEMOS DE DARLE A CONOCER